Sonntag, 20. März 2011

Domingo en el Malecón

Leonidas me cedió su sitio de cama y durmió en el sofa. Tengo mala conciencia, pero por el momento no hay otra opción. Para el sofa o el bello suelo de madera noble, soy demasiado mayor.
Esta noche desperté varias veces pensando que ya era de dia, pero estaba equivocad. Solo fuera en la calle las farolas estaban alumbrando. Ya a las siete, junto con Anika, fuimos a desayunar. Lo mejor un buen café con leche espumada, fruta variada y olorosa del tiempo.
Aqui es verano. Con una temperatura de casi cuarenta grados, no tienes ganas de nada, solo de ir con poca ropa y moverte lentamente. Espero adaptarme pronto.
En el piso de Anika con aire acondicionado, me siento bien dentro, fuera ya es otra cosa. Las calles, las casas, los autobuses, sobre todo el 6, llamado selectivo, que prové ayer para ir al Malecón era terrible. Pensaba tener una nueva hernia discal. La vuelta fue en taxi. Asi es, lo que esta fuera es distinto, y por el momento no facil de asimilar.
Hoy al despertar he pensado adelantar el vuelo de vuelta y quedarme solo tres semanas en vez de seis. Tras recapacitar, me he dicho !pero bueno, si acabas de llegar!
En el Malecón he vistó el pueblo de gente sencilla. Como era domingo, la familia estaba al completo.
Tanto, hombres, como mujeres, niños y personas mayores, me parecierón poco agraciados. Bajos, de facciones duras, mal formados, feos. No ví a nadie, que me llamara la atención. Era gente humilde, vestida de dia festivo.
En el pabellón del recinto, tomamos una cerveza buena y para comer papas fritas cón kechup. Anika de broma me dijó, que ya iria descubriendo cosas mejores.
A las cuatro y media nos metimos en un cine de arte y ensayo. Ponian una pélicula francesa,que trataba de roma y gitanos adolescentes, marginados que con robos, tirones de bolsos y otras cosas subsisten.
Un film duro, tierno y humano con actores de la calle.
Tras la peli dando un paseo vimos las casitas del Cerro de Santa Ana frente al rio Guaya. Caserio de colores suaves en azul, rosa, morado y verde. Abajo habia comercios artesanales, bonitos y con cosas de buen gusto.
Lo no grato, fue ver que al pie de las rocas, dos edificios gigantes se empezaban a construir, lo cual supone para los del Cerro de Santa Ana no tener vistas al rio.
De buen humor con la cabeza llena de impresiones regresamos a casa. Esta vez, en taxi a velocidad increible.

                                                                          
Salir del escondite gris
Respirar aire blanco
De lluvia
Ser flor silvestre
Mariposa perdida
Y volar.